miércoles, 15 de abril de 2015

JINETE PELIRROJO CON PEZ DE ALEGORÍA. (Jairo Guzmán)





JINETE PELIRROJO
CON PEZ DE ALEGORÍA


De todos los caballos, el predilecto y aliado era su caballo alazán con rayo dorado en el pecho. Se llamaba Virgilio y comía sólo si lo cubrían nubes de mariposas. No parecía cosa de éste mundo: Algo indecible de sus gestos nos hacía sentir, a mi gato y a mi, que era un espíritu ocupado en un extraño designio.

Ese caballo traía un mensaje y su dueño era un bello niño de  nueve años, quien al cabalgarlo completaba la misión angelical. Ese niño era un verdadero mago. Adivino. Con muchos días de anticipación, sabía de alguien que les visitaría. Podía captar los mensajes subyacentes a los imperceptibles cambios en los comportamientos de todos los seres y las cosas que poblaban su comarca.

Su nombre será pronunciado a la hora justa en que el tiempo se suprima.

El niño jinete pelirrojo hablaba idiomas jamás registrados y su confidente era Ezequiel, el pájaro carpintero tuerto por una  pedrada en el ojo izquierdo que unos niños salvajes le propinaron, según el mismo pájaro se lo contó, por allá en las frondas cercanas a la laguna que llamaban La guacamaya, cuyas aguas llegaban a las laderas de la gran cordillera a la que el jinete pelirrojo llamaba El cocodrilo esmeralda.

Por ese niño mi vida se volvió una fábula narrada entre carruajes de fuego blanco. Bajo el hechizo de sus dones, brotan los torbellinos de colores que le dan sentido a mis pinturas en esta soledad suspendida entre imanes de su imagen.

El tigre del sofá (es decir, mi gato que se llama Nerval) y yo, éramos extasiados al atardecer con la explosión de violetas, magentas y grises adheridos al rosa, formando infinitas catedrales de nubes ardientes .

Corros en espiral, de pájaros de todas las prosapias, desencadenaban vientos atemporales. Todos arribaban con avidez a la llanura donde el jinete pelirrojo les contaría, después de que Virgilio comiera en el hangar de las mariposas,  la fábula que diariamente les narraba en una lengua jamás pronunciada.

Antes de comenzar la narración de la hora mediumnica, el jinete pelirrojo decía:
         
Cannu punyi xoxotta naomare na
Banin du rala buruka nana
Lekanfulé i tartran tani
Ateim marrukembe 
                                 Iguainayamba 
Deleie a  a


Y los pájaros entraban en un sosiego de ámbar.

La fábula se llamaba El jaguar y el colibrí, que celebraba a estos dos seres de quienes, por no ser pájaro y por estar ocupado con los espíritus, el jaguar era un ausente en la llanura y el colibrí prefería, a esa hora, permanecer en el Reino de Imperceptibilidad. 

Se le cantaba a los ausentes como yo deseo hacerlo a ese niño cuyo nombre será pronunciado a la justa hora en que el tiempo se evapore.

Pez de alegoría: Del jinete pelirrojo, su ausencia ligada a tus símbolos de nacar solar, cuando en búsqueda de Ezequiel, por días ausente y movidos por el temor de alguna adversidad, llegaron a parajes de La Guacamaya donde el cielo siempre es azul de Prusia, en laderas de la gran cordillera, y apareciste en la ensenada de los juncos para yacer muerto de cara al sol y  rayos dorados de tu cuerpo, como el rayo de Virgilio, le indicaron abandonar la comarca de El jaguar y el colibrí y que se dirigiera  hacia un lugar muy lejano, al otro lado del Cocodrilo esmeralda, en el que se le concedería la gracia de hacer visibles los colores ocultos del sol.

Por un neblí en mi antebrazo que supiera hallarlo, sin cetrería que me prodigue su caballo, yo sería capaz de abandonar el reino de la fábula.




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Textos emitidos desde Medellín-Colombia/ Autor: JAIRO GUZMÁN

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