martes, 17 de abril de 2007



ROCÍO DE ORO DEL VACÍO


Un signo, en su objetualidad, independiente de sus relaciones con la externidad, es una cápsula de infinitas significaciones o de ninguna. El vacío de sentido es su interior.

El vacío de sentido puebla la lámpara que el signo es, donde dormita un número infinito de genios. Al abrir la cápsula que el signo es, despiertan muchos genios. Cuando los genios salen del signo se convierten en símbolos, que son deseo cumplido por la potencia de la imago.

De los 7 tropos principales de la Alegoría, aquí el fundamental es Enigma.

Las alegorías son símbolos de alta densidad. Por ejemplo, una letra.
Los desciframientos posibles para la letra A, configuran un conjunto infinito no enumerable. Llamémosle Teth. Teth está construído con capas de un material parecido al polvo electromagnético que la Piedra Heráclea emana perpetuamente. La perpetua caída del polvo herácleo es suspensión en avanzada, como lo hace un zeppelin.Teth no tiene frontera y es cerrado. No tiene puntos aislados. Allí un punto es una membrana de extensión inabarcable, pero no es plana ni tridimensional ni n-dimensional.

Cualquier cosa es alegoría en potencia o plena de irradiaciones. También los animales (solos o en manada) y los árboles (lejos del bosque o expandiéndolo), son Tropoenigmas. Son alegorías de alta densidad como lo es un niño o un anciano esperando, junto a un semáforo, el cambio de luces.
Por los hilos que llevan la electricidad para que el semáforo no huya, fluyen infinitas alegorías y las luces roja, amarilla y verde son las claraboyas por donde salen los genios del electrodo.

El signo es un ser vivo, con circuitos a la manera de las sinapsis. Es un ser vivo, aunque nadie lo vea ni lo interprete. Si eso ocurre , simplemente está en la no existencia relativa a un posible lector.

Un río es un signo que fluye sedentario en su cuna; su interior está lleno de tropoenigmas.

Las alegorías son teatros de los que la historia es su drama y la poesía su pálpito, su pneuma condensado en acordes emanados del eros esencial de las correspondencias, ya sean sonoras, gráficas, táctiles o imperceptibles. Estos acordes engendran infinitos campos semánticos.
Los campos semánticos son terrazas de arenas movedizas. Son parajes donde los signos y sus simbolos adquieren algunos atuendos sustraídos de la familia de los desciframientos que llamaremos Devik.

Un elemento de Devik no es una interpretación: es tránsito hacia otro nivel alegórico. El Ars combinandi que desencadena el tropoenigma teje una red de teatros que pueden ser un poema, una palabra, un signo de aparición súbita, un tratado de historia natural y en general todos los códigos fluentes o ramificados o esparcidos, ya sean de la tecnología, de los avisos publicitarios o de los vademecums clínicos.

El lenguaje es la morada de las turbulencias. De sus aposentos eléctricos surgen huracanes encajados de signos huidizos, no sistematizados ni adheridos atrozmente a las superficies textuales de los códigos, por virtud de una fuerza de repulsión que se genera en el vacío, es decir, en el silencio, que no es absoluto porque el ojo de los huracanes encajados danza. El vacío danza la música que viene de su movimiento giratorio. “El vacío gira”, lo descubrió Antonin Artaud.

El viento que el vacío genera al girar, es el polvo herácleo o poesía o rocío de oro del vacío. Su piedra filosofal es lo que Ion llama Piedra Heráclea.

Un tratado de aerodinámica es una partitura del vuelo que es “caída horizontal”. Esa caída presupone una danza que permanece gracias a la música de las ecuaciones. Las ecuaciones son ángeles enfrentados a sus múltiples de diverso ropaje. La signografía que teatraliza su multituidad es el ballet de máscaras inherente a su dramaturgia.

Porque esas personas que son las ecuaciones hacen de sus alas, brazos o miembros un universo infinito de desciframientos.
Las aplicaciones de las ecuaciones para someterlas a un devenir de artefactos, insuflan nuevos dioses o ángeles de exterminio de los símbolos como la lingüística, la sintagmática, la lógica y las matemáticas aplicadas, entre otros, creando una confusión de códigos que se interceptan haciendo cortocircuitos en las redes electromagnéticas de distribución de genios despiertos.

Una rosa es un genio que duerme cuando nadie la ve.

Cuando se pretende decir, se cierran las puertas del engendrare.
Aquí no se dice, se devela y develar es pasar velozmente de una capa alegórica a otra, hasta nunca acabar. Los velos están hechos de polvo herácleo.

La negación de una alegoría es ella misma, porque ella es la sombra de su cuerpo de luz blanca que dormita adherida a su irradiación oscura que es el polvo herácleo. Y la negación del vacío que el signo es, es su sombra o manto de símbolos que están a punto de ser.

Ahora, para pasar de un número a una letra no hay distancia que los separe. Están adheridos y su juntura es una frontera nebulosa.

Cuando se habla, por ejemplo, de la velocidad de la luz se habla en realidad es de la velocidad de un signo porque la luz está quieta en su nomadismo, como el río en su cuna o la horda de homínidos en su estepa o las bolas de billar sobre el tapete.

Todo está quieto en su delirio que es el Gran Uno; como la rosa, que es quietud contenida por el torbellino que ella misma es.

Si todo es una explosión está en reposo, dentro de la esfera que el Gran Uno es. Esa esfera duerme en el vacío que la engendra y con él gira.

Por aquí pasa la sombra del decir adherida a su luminoso.

Como los símbolos son genios se convierten en cualquier ente.
Han sido apaleados y torturados como lo hicieron con las brujas del aquelarre que son las vírgenes del palacio lunar del simbolo y por su luz deliran los cocuyos del verso.

Las cárceles donde se recluyen a los símbolos son las interpretaciones ceñidas a un código que encausa en línea recta lo que se formaliza como Significado . Los símbolos se resisten a significar algo. Los significados son muros de contención de la marea de flama del símbolo.

El campo electromagnético que más fuerza tiene para liberar a los significados y retornarlos a su auténtica condición de genios es el canto.

Emanada del océano de vacío, en el principio la nada estaba olvidada de sí y para que fuera, para que llevare su toga imposible, se le hizo urgente cantar. La nada canta con un estruendo para que Shiva despierte o nazca de nuevo. Actualmente Shiva no ha despertado del todo. Delira en duermevela y Caos se llama su cítara.

Amar es colocar en escena la ensoñación de Shiva.
Se canta porque Shiva no ha despertado del todo.
Shiva despertará del todo cuando todas las luminarias lleguen a su máxima incandescencia. Cuando eso vuelva a ocurrir Shiva enceguecerá pero seguirá danzando hasta que todo se apague otra vez.
Shiva es danza del sol negro. Cuando duerme Shiva no sabe y cuando despierta, despierta cantando y sin darse cuenta. Shiva es la inconsciencia de los relámpagos. Es pensamiento de la no existencia escribiendo una partitura en un multigrama trazado en el vacío. Los cuerpos celestes son los músicos cuyos tropos hacen audible las trovas de lo viviente, de cuya gracia los animales son ornatos de corta duración, mientras la orquesta celeste interpreta la sonata de la luz para que la gravitación universal se arrulle.

En el sueño de Shiva palpitan las cosas que están a punto de ser. Shiva es signo mientras duerme. La nada rompe la cápsula que él es y los sistemas galácticos son los genios que despiertan con esa operación. Los planetas tienen la conciencia que les otorga la luz por la bestialidad del rayo.

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Textos emitidos desde Medellín-Colombia/ Autor: JAIRO GUZMÁN

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